Una empresa de Bilbao construyó el teleférico de las cataratas del Niágara
Las cataratas del Niágara no son las más altas del mundo, tal honor recae en el Salto del Ángel en Venezuela con 979 metros, tampoco las más caudalosas, superadas en mucho por las cataratas Inga, de la R.D. del Congo, ni las más anchas ya que las del Khone, en Laos, con sus 10 kilómetros de anchura son 8 veces más anchas que las norteamericanas.
Y aquí cerca tenemos el Salto del Nervión, que con 222 metros de caída multiplica por cuatro los 51 de las del Niágara.
Pero son, sin ninguna duda, una de las más famosas del mundo, y atraen todos los años a unos 13 millones de visitantes, a lo que ha contribuido además de su belleza su presencia en numerosas películas y series de televisión.
Aguas abajo de esta maravilla construida por la fuerza del agua a lo largo de millones de años, se encuentra otra de las atracciones de la zona, el teleférico o transbordador sobre el remolino del Niágara, construido por la empresa The Niagara Spanish Aerocar Cº Limited, con sede en el nº 4 de la Gran Vía de Bilbao. La empresa, fundada por empresarios en su mayoría vascos, tenía como fin la instalación y explotación comercial de un teleférico inventado por el ingeniero cántabro Leonardo Torres Quevedo (1852 – 1936).
Leonardo Torres-Quevedo, aunque cántabro de nacimiento (nació en Molledo, Cantabria), era hijo del ingeniero Luis Torres Vildósola y Urquijo, natural de Bilbao, lugar donde el joven Leonardo pasó su infancia y estudió el bachillerato. Gran estudiante, tras finalizar sus estudios en París heredó de unas tías, de apellido Barrenetxea, un capital que le permitió independizarse como ingeniero e inventor. Además del citado teleférico, y otros análogos, es el inventor del Telekino, un pionero de los mandos a distancia actuales, usado en su momento para transmitir por ondas hertzianas instrucciones de movimiento a vehículos a distancia. El primer vehículo del mundo, inventado por él, en moverse a distancia se presentó en el frontón Beti Jai de Madrid en 1905.
Además creó máquinas de escribir y de cálculo algebráico y sentó las bases de lo que más adelante se llamaría Inteligencia Artificial. Sobre ello reflexionaba: ”Creo haber mostrado, con todo lo que precede, que se puede concebir fácilmente para un autómata la posibilidad teórica de determinar su acción en un momento dado, (…) para realizar el trabajo que se le ha encomendado”
En cuanto a la empresa constructora del funicular del Niágara, según la prensa de la época “…la forman Don Valentín Gorbeña, Juan Victor Aguirre, Alfredo Alday, Herederos de Manuel Ayarragaray, Isidoro del Campo, Pedro Chalbaud, Compañía trasatlántica de D.Horacio Echevarrieta (del que ya hemos hablado en este blog), Enrique Cana, José Ibarra, Pedro Icaza, Manuel y Luis Lezama Leguizamon, José Mº Olabarri, el Conde de Zubiria y el propio Torres Quevedo” y quedó constituida “con un capital social de 110.000 pesos, de los cuales Torres-Quevedo aporta 30.000 en concepto de patentes”.
Respecto al funicular, llamado allí Whirlpool Aero Car o Spanish Aero Car, los noticieros narraban “Leonardo Torres Quevedo es el inventor de un sorprendente tranvía aéreo que acaba de instalarse sobre el famoso Niágara, que es algo así como un suntuoso complemento escénico, único en el mundo, de las célebres cataratas. Este tranvía aéreo, cuya línea tiene una longitud de dos mil pies, constituye un atrevidísimo alarde de ingeniería” .
“El recorrido sobre el Niágara es emocionante en grado sumo y personas hubo, entre las contadísimas que hasta el presente saborearon esa emoción, que sintieron sus cabellos de punta. Este tranvía aéreo que ahora entusiasma a los norteamericanos es hijo de otro, que desde hace diez años viene funcionando sin interrupción en el Monte Ulia de San Sebastián”
Efectivamente, dicha invención ya se había probado con éxito en Donostia, donde se instaló en el monte Ulia, siendo el primer teleférico del mundo para el transporte de personas. La instalación donostiarra, construida en 1907 salvaba una distancia de 280 metros, con un desnivel de 28 metros, y estaba preparada para transportar hasta 18 personas por viajes. Su vida fue muy efímera ya que fue derruido en 1912 cuando se inauguró el parque de atracciones del Monte Igeldo. En su mejor momento llegó a transportar unos 26.000 viajeros al año y tal es su importancia como invención, que en el pasaporte español, dedicado a inventos, aparece su imagen en la primera página.
La construcción de Niágara era considerada por algunos medios un “zasca” a la sociedad americana por parte de España, donde los recuerdos de la perdida guerra de Cuba estaban muy presentes, y así lo aseguraban hablando de la importancia de la construcción “También por la la gallardía que representa ir a batir, próximo a sus aguas, al gran país industrial, Norte-América, que tan injustamente nos pisoteó en Cavite y en Santiago de Cuba”.
La atracción comenzó a funcionar el 8 de agosto de 1916, siendo los primeros pasajeros autoridades españolas invitadas al evento, contando con la presencia de cientos de espectadores y estando adornada la barquilla con banderas de Canadá, España, USA y Francia.
Pero la afluencia de turistas decreció considerablemente tras el inicio de la primera guerra mundial, por lo que al de unos años la empresa de Bilbao intentó desprenderse de la gestión del mismo, que pasó por diferentes manos hasta que en 1968 paso a manos de Niagara Parks, que lo gestiona en la actualidad. El funicular no ha tenido ningún accidente desde su construcción, hace más de 100 años.
Si viajas a Estados Unidos y tienes ocasión de visitar las cataratas del Niágara no dejes de montar en esta atracción, única en el mundo. Aunque sólo sea por el orgullo de que algo nuestro está allí.
Fuentes y fotografías:
– torresquevedo.org
– niagaraparks.com
– Wikipedia
– The New York Public Library
– Biblioteca Nacional de España
– Ministerio de Ciencia e Innovación